Translate

lunes, 1 de abril de 2013

Amòs habla de nuevo...2da. parte

Amós 2
Así ha dicho el SEÑOR: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley del SEÑOR, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres. Prenderé, por tanto, fuego en Judá, el cual consumirá los palacios de Jerusalén (Amós 2:4-5).
El Señor llamó a Amós para profetizarle especialmente al Reino del Norte, durante el mismo tiempo que Isaías era Su vocero en el Sur. Pero a pesar de ello, Él también hizo que Amós le diera un corto mensaje a Judá antes de lanzarse en tono violento en contra del Norte.
A pesar de que aun faltaban 150 años, el juicio contra el Sur se veía venir. La advertencia que se dio con la inminente destrucción del Reino del Norte por los asirios fue ignorada, de tal manera que el Señor enviaría a Babilonia en contra del Reino del Sur. En el proceso, la ciudad de Jerusalén, incluyendo el magnífico Templo de Salomón, sería quemada hasta sus cimientos y dejaría de existir (2 Crónicas 36:19).
Antes de ser llevados cautivos a Babilonia, el Señor hizo que Jeremías le dijera al pueblo que no pusiera resistencia, sino que se fuera a Babilonia y se estableciera allí porque después de 70 años, Él los haría volver.
Él les dijo, “Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo los visitaré, y despertaré sobre ustedes mi buena palabra, para hacerlos volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de ustedes, dice el SEÑOR, son pensamientos de paz, y no de mal, para darles el fin que ustedes esperan” (Jeremías 29:10-11).
Como lo veremos seguidamente, Él no le hizo esa promesa al Reino del Norte.

El Juicio Sobre Israel

Así ha dicho el SEÑOR:
Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos. Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes; y el hijo y su padre usan a la misma joven, profanando mi santo nombre. Sobre las ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar; y el vino de los multados beben en la casa de sus dioses (Amós 2:6-8).
Alguien dijo una vez que, “Cuando las uniones entre Dios y los hombres se rompen, las uniones entre los hombres no pueden tener una mejor suerte”. Este cuadro de opresión hacia la clase inferior por las personas que gozan de posiciones privilegiadas, es solamente el comienzo de la acusación del Señor en contra de Israel, pero además demuestra el punto y nos da una buena lección a nosotros.
El Reino del Norte se separó del Reino del Sur a causa de la idolatría. Habiéndose liberado de las limitaciones impuestas por la Ley de Dios, se dejaron llevar por las inclinaciones naturales del hombre para maltratar a los menos afortunados. Esta era una violación a la Ley. El Señor había estipulado claramente y con severidad, las leyes que protegían a los siervos y a los pobres, pero estas leyes estaban siendo escandalosamente ignoradas. Los siervos domésticos se vendían por una miseria. Las siervas domésticas las convertían en prostitutas de la familia. Los vestidos tomados en prenda (para asegurarse el pago de una deuda), se mantenían ilegalmente hasta el siguiente día, y la práctica de imponer multas exorbitantes para arreglar acusaciones inventadas era cosa común. Por lo general, de manera literal, a los pobres se les quitaba la ropa y la comida de sus mesas.
Hoy día, aun en los países que se consideran desarrollados, las injusticias que sufren los pobres son diferentes, pero igual de detestables. Pero ampliando un par de los ejemplos anteriores, mujeres y niñas de todas las razas aun son vendidas como esclavas en el mercado sexual, porque el tráfico de seres humanos continúa en todo el mundo. Algunos países mantienen leyes que permiten a los menores de edad tener sexo, ya que se esa forma se estimula el turismo por el atractivo de las muchachas jóvenes.
En los EE.UU. y en Europa, los años de crédito fácil seguidos por unas economías en decadencia han tenido el efecto de poner a millones de personas en esclavitud financiera a largo plazo. El reducido poder adquisitivo de sus monedas se suma aún más al problema y deja a incontable número de personas esforzadas sin ninguna esperanza de poder liberarse. Mientras tanto, la brecha entre los ricos y los pobres se hace aún más ancha.
¿En dónde está el impedimento moral que hacía que los prestamistas mercenarios no pudieran exponer a los consumidores que son vulnerables a tentaciones que no pueden resistir? ¿En dónde está la protesta pública que solamente en unas décadas anteriores habría demandado que estos traficantes fueran llevados ante la justicia y juzgados bajo las mismas leyes que terminaron con el tráfico de esclavos hace unos cientos de años atrás? Todo eso desapareció cuando Dios fue expulsado de nuestra sociedad.
Yo destruí delante de ellos al amorreo, cuya altura era como la altura de los cedros, y fuerte como una encina; y destruí su fruto arriba y sus raíces abajo. Y a ustedes los hice subir de la tierra de Egipto, y los conduje por el desierto cuarenta años, para que entrasen a poseer la tierra del amorreo. Y levanté de sus hijos para profetas, y de sus jóvenes para que fuesen nazareos. ¿No es esto así, dice el SEÑOR, hijos de Israel? Mas ustedes les dieron de beber vino a los nazareos, y a los profetas les ordenaron diciendo: No profeticen.
Pues he aquí, yo los aplastaré en su lugar, como se aplasta el carro lleno de granos; y el ligero no podrá huir, y al fuerte no le ayudará su fuerza, ni el valiente librará su vida. El que maneja el arco no resistirá, ni escapará el ligero de pies, ni el que cabalga en caballo salvará su vida. El esforzado de entre los valientes huirá desnudo aquel día, dice el SEÑOR (Amós 2:9-16).
Cuando Dios prometió darle la tierra de los amorreos a Abraham, Él dijo que la transacción no se llevaría a cabo durante 400 años “porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Génesis 15:16). Conociendo el fin desde el principio, Dios sabía que los amorreos no se arrepentirían de sus malvadas costumbres. Pero a pesar de ello, Él les daría otra oportunidad porque Él realmente quería que lo hicieran así, por eso es que Él no podría decir que no se los había advertido.
A pesar de que la Biblia no lo menciona, el carácter de Dios habría demandado que Él les dijera que su tiempo se había terminado. (En unos pocos versículos lo veremos a Él insinuándole eso mismo a Israel.) Recordemos que después del diluvio todos los pueblos de la tierra adoraban a Dios. Ya para el tiempo de Abraham la mayoría dejó de hacerlo, reemplazando la verdad sobre el origen de la humanidad por mentiras atroces las cuales se convirtieron en el fundamento de sus falsas religiones.
Pero ciertamente el conocimiento de su pasado aun permanecía en sus mentes. Y por lo menos uno de los hijos de Noé, Sem, aun estaba vivo y vivía en la región de los amorreos durante el tiempo en que Abraham viajó a lo largo y ancho de sus territorios (Génesis 13:17) y pudo haberles dado testimonio sobre lo que Dios les haría. Estas circunstancias señalan al hecho de que no es que Él no se los hubiera advertido, sino que ellos no escucharon. Entonces, cuando el tiempo expiró, Él llevó a los israelitas bajo el liderazgo de Josué, como Sus agentes de juicio, y los amorreos fueron desposeídos de todo lo que tenían.
Y ahora, la misma nación que vio de primera mano cómo es que Dios se sentía sobre el estilo de vida pagano, estaba disfrutando el mismo comportamiento que había causado el juicio contra los amorreos. Y lo que es más, ellos también ignoraron las advertencias de los profetas y aun minaron los esfuerzos de aquellas personas que intentaron mantenerse santas. ¿Cómo podrían pensar que Dios no los juzgaría?
El Reino del Sur no aprendió la lección del Reino del Norte, por lo que también fue juzgado. Y el mundo hoy día tampoco ha aprendido la lección. Dios es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). ¿Cómo podemos siquiera pensar que Él no nos va a juzgar?

Amós 3

Se Convocan Testigos en Contra de Israel

Escuchen esta palabra que ha hablado el SEÑOR en contra de ustedes, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A ustedes solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, los castigaré por todas sus maldades.
¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? ¿Rugirá el león en la selva sin haber presa? ¿Dará el leoncillo su rugido desde su guarida, si no apresare? ¿Caerá el ave en la trampa sobre la tierra, sin haber cazador? ¿Se levantará la trampa de la tierra, si no ha atrapado algo? ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual el SEÑOR no haya hecho? Porque no hará nada el SEÑOR Dios, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas (Amós 3:1-7).
Estos ejemplos nos muestran que a pesar de que las promesas de Dios a Abraham eran incondicionales, Su relación con Israel se basaba en la causa y el efecto. La obediencia producía bendición y la desobediencia traería juicio. De hecho, todo el Antiguo Testamento podría ser resumido en una sola pregunta: “Israel, ¿me vas a obedecer, o no?”
Así como Israel fue advertido por los profetas, de la misma manera el mundo está siendo advertido hoy día. Nosotros deberíamos consolarnos por la promesa de que Dios no hará nada sin antes decírnoslo primero. No hay sorpresas, excepto para aquellas personas que rehúsan creer las advertencias. Pablo escribió que los juicios que cayeron sobre Israel también fueron una advertencia para nosotros, a quienes ha alcanzado los fines de los siglos (1 Corintios 10:11). Él hizo la distinción entre el creyente y el incrédulo del final de la era, diciendo que el primero no será tomado por sorpresa, mientras que el segundo sí (1 Tesalonicenses 5:3-4). Y resulta que así como Sus promesas a la Iglesia son incondicionales, la relación de la humanidad con Dios aun está basada en la causa y el efecto. El creer trae bendición mientras que la incredulidad acarrea juicio. E igual como el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento se podría resumir en una sola pregunta también: “Humanidad, ¿Vas a creerme, o no?”
Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla el SEÑOR Todopoderoso, ¿quién no profetizará? Proclamen en los palacios de Asdod, y en los palacios de la tierra de Egipto, y digan: Reúnanse sobre los montes de Samaria, y vean las muchas opresiones en medio de ella, y las violencias cometidas en su medio (Amós 3:8-9).
Aun los líderes paganos de los filisteos y de Egipto estarían de acuerdo en que el juicio de Dios sobre el Reino del Norte es justo y bien merecido.
No saben hacer lo recto, dice el SEÑOR, atesorando rapiña y despojo en sus palacios.
 Por tanto, Jehová el Señor ha dicho así:
 Un enemigo vendrá por todos lados de la tierra, y derribará tu fortaleza, y tus palacios serán saqueados.
Así ha dicho Jehová:
De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de una cama, y al lado de un lecho (Amós 3:10-12)
Habiendo dañado su conexión con su Creador, ya no tenían la habilidad de poder distinguir entre lo bueno y lo mano. Por consiguiente, el Señor estaba enviando a Asiria para juzgarlos. De camino, los asirios también conquistarían a Damasco.
Debido a sus numerosas conquistas el imperio asirio estaba creciendo. Sin tener una estrategia para impedírselo, pronto pasarían el tiempo manteniendo la paz mientras las naciones conquistadas hacían esfuerzos por recobrar su independencia. Cuando los asirios conquistaban un enemigo, trasladaban a todas las personas sobrevivientes que les parecían como líderes potenciales, a otros lugares del imperio, dejando solamente aquellas personas que no les serían ningún peligro.
El Señor hizo que Amós utilizara la analogía de un pastor para describir eso. Cuando un animal salvaje devoraba una oveja, el pastor recuperaba los pedazos que dejaba el animal para ser inspeccionados por su dueño y demostrar así que la oveja fue comida por el animal y no robada por el pastor. De la misma manera, el Señor preservará solamente las partes no deseadas del remanente de Israel para probar que el juicio se había llevado a cabo. Cuando los asirios se llevaron cautivo el Reino del Norte, solamente dejaron unos pocos sobrevivientes para proteger la cosecha.
Escuchen y testifiquen en contra de la casa de Jacob, ha dicho el SEÑOR Dios de los ejércitos: Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra. Y heriré la casa de invierno con la casa de verano, y las casas de marfil perecerán; y muchas casas serán arruinadas, dice el SEÑOR (Amós 3:13-15).
Poco tiempo después de la guerra civil, un becerro de oro había sido levantado en Bet-el cerca del lugar en el que Jacob había visto la escalera ascender al cielo (Génesis 28:10-19). Bet-el pronto se convirtió en un centro de adoración pagana que el Señor algunas veces llamaba Bet-Avén, o Casa de Iniquidad. Su religión le disgustaba al Señor y sus centros de adoración serían destruidos. De la misma manera serían totalmente destruidas todas las casas de lujo de los ricos las cuales habían sido compradas con el dinero extorsionado a los pobres.
Aquí la lección es clara. El Señor es paciente, otorgándoles bastante tiempo a Sus hijos desobedientes para que retornen al camino de la justicia. Pero llegará un momento cuando Su paciencia se agote y Su justicia exija responsabilidad. En este momento nos encontramos en la cúspide de ese tiempo, y las profecías nos dicen que ya que no hemos querido aprender las lecciones de la historia, estamos condenados a repetirlas. Manténganse en sintonía. 23/02/2013.

Título Original: Amos Speaks Again… Part 2
Traducido por Walter Reiche B.
walterre@racsa.co.cr

No hay comentarios:

Publicar un comentario